El corazón tiene sus estaciones…

Translated by Berta Arquer Vera

"Es un fruto de todas las estaciones el que tiene el perfume de sus viajes..."
Mi abuelo me lo repetía a menudo, esta pequeña frase, hablándome de sus nubes. Tiene la colección de nubes más bonita que jamás hubiera visto. También, es la única persona que conozco que recoja nubes. Pero él dice "recolectar", dice que queda mejor. Por consiguiente, desde hace años, mi abuelo recolecta nubes. Se va al alba, cuando se despiertan y dejan su cama de pinos para volver al cielo. Siempre se dejan trozos enganchados en las ramas de los árboles.
En el cobertizo de mi abuelo se acumulan tarros llenos de nubes. Todos cuidadosamente etiquetados. Con su fecha de la recolección y el origen de cada nube. Para poder determinar su origen, mi abuelo las prueba.
A veces, me lleva a su cobertizo, y las probamos un poco.
—Toma, Nicolás. Prueba ésta de aquí. Una setenta y seis.
Yo, la tomo llenándome la mano y me la meto en la boca. Después, hago como si masticara. Se perfectamente que mi abuelo, está loco. Pero sus nubes, es todo lo que tiene después de que mi abuela falleciera en el accidente de coche que me convirtió a su vez en huérfano. Mis padres llevaban a mi abuela al hospital y tuvieron un terrible accidente. Somos todo lo que nos queda, mi abuelo y yo.
—Mmmm, digo, deliciosa, abuelo, realmente deliciosa.
—Veamos si has hecho progresos. Dime algo sobre su origen.
Y cada vez, le digo su pequeña frase como introducción.
—Es un fruto de todas las estaciones que tiene el perfume de sus viajes...
Mi abuelo sonríe.
Después, yo, digo cualquier tontería que se me pasa por la cabeza.
—Está seco como el viento del sur, ligero como un pañuelo de seda, está lleno de sol...abuelo...la verdad es que no sabría decirte de donde viene, pero estoy seguro que ha visto África.
Y mi abuelo sonríe.
—Haces progresos, Nicolás. Haces progresos...
En el pueblo, a todo el mundo le cae bien mi abuelo. No sé si es realmente por él, o porque mi abuela falleció.
Yo, también les caigo bien.
En el colegio, un día, mi profesora dijo: "Mañana traeréis un objeto insólito"

Volviendo al chalet donde vivimos, mi abuelo y yo, le pregunté:
—¿Dime, abuelo, que significa "insólito"?
—¿Es urgente? Me contestó, desempolvando sus tarros.
—Bastante, le dije, es para mañana.
—Entonces, vamos a buscar en el diccionario...
Ostras, tengo que llevar algo insólito, mañana, al colegio.
Y francamente, ya podía romperme la cabeza, porque no veía que podría encontrar. ¿Una piedra con una forma extraña? ¿Un animal raro? Como un oso, por ejemplo. Eso sí sería insólito, un oso...Pero bueno, tenía que ser realista, no estaba del todo seguro de poder encontrar un oso durante la noche y conseguir capturarlo para llevarlo al día siguiente al colegio.
Y me daba cuenta de que mi abuelo tenía una idea.
—¿Y si les enseñas una de las piezas de mi colección?
Me quedé un buen rato en silencio. Me imaginaba delante de toda mi clase con el tarro vacío, y tener que contar a mis compañeros que mi abuelo coleccionaba nubes... ¿Por quién me iban a tomar? Fue cuando vi que mi abuelo tenia lágrimas en los ojos que dije:
—¡Es verdad! ¿te gustaría que cogiera uno? ¿no te da miedo que lo rompamos?
Me dio un palmadita en la mejilla llena de amor.
—Por supuesto que me gustaría que te llevaras uno, sino no te lo habría propuesto.
Camino al colegio, no paraba de buscar a ver si encontraba una piedra, una extraordinaria, con una forma muy guay. Una piedra insólita vamos...Pero cuando llegué a la entrada del colegio, no tenía nada más que un tarro vacío en mi mochila. Y me dolía la tripa como nunca. Un dolor de tripa insólito.
Cuando llegó mi momento de subir al estrado y enseñar a la clase lo que había traído, me entró mucho pánico. Hay que decir que los que habían pasado antes que yo habían traído cosas realmente insólitas: un estetoscopio, un diente de tiburón, una ardilla...Me costaba sacar mi tarro de mi mochila.
—A ver Nicolás, ¿nos enseñas que has traído? Dijo la profesora.
Ya no podía tirarme atrás. Saqué mi tarro vacío. Y se lo enseñé a la clase.
—Ah... ¿Qué es eso, Nicolás? Me pidió la profesora.
—Un trozo de nube...contesté.
Y ahí, me dolió todo al escuchar las risas de mis compañeros de clase. Todos se reían, todos...A mí se me calentaban los oídos y los ojos...Es más, creó que lloré.
No sabía que me hacía más daño: que se rieran de mi o de mi abuelo. Pero me dolía tanto que hubiera preferido estar muerto.
—¿De dónde la has sacado, tu nube, Nicolás? Me pidió una voz débil.
Y entonces cesaron las risas. Era Sophie Soulans, la que había hecho la pregunta. La niña más tímida de clase, que casi nunca hablaba.
—Fue mi abuelo que las recolecta desde hace años.
—¿Cómo lo hace? Añadió.
Y en ese momento, empecé a contarlo todo, los árboles, la mañana, los tarros, las etiquetas, las degustaciones y "Mmmm, lo bueno que estaba", los viajes y por supuesto, la pequeña frase...

Sophie tomó de nuevo la palabra. Nadie de toda la clase, recordaba haber visto eso...
—¿Puedo probar, por favor?
Yo, sabía perfectamente que no había nada en mi tarro. Pero como ella había dicho "por favor" con una bonita sonrisa, no pude negarme.
—Si quieres...
Miró a la profesora que, asintiendo con la cabeza, le dio permiso para levantarse y venir conmigo al estrado, bajo las miradas intrigadas de todos los alumnos.
Abrí mi tarro. Sus ojos en los míos, hundió su mano dentro y me guiñó un ojo. Se trajo un puñado de vacío a la boca y empezó a masticar de mentira.
—Mmmm, nunca había comido algo tan rico.
Sumergió sus manos en el tarro y se empachó de nube...Yo no me lo podía creer. Casi me muero de la risa cuando la profesora gritó:
—Ya está bien Sophie, no te lo comas todo, deja que tus compañeros también puedan probar.
Miré el tarro y, decepcionado, dije:
—Demasiado tarde. Creo que Sophie se lo ha comido todo.
Entonces, Sophie fue castigada. Escribir doscientas veces para el día siguiente : " A partir de ahora iré con cuidado de no ser egoísta nunca más". Estaba triste que se acabará de esa manera.
Durante el recreo, fui a ver a Sophie.
—Gracias, le dije.
—No hay de que...Sabes, nunca antes había comido nube, hasta hoy.
—Porque te lo has cr...
—Sht, dijo ella poniéndome un dedo en mis labios.
Entonces me cogió de la mano y me llevó a un rincón escondido del patio.
Y ahí, me besó en la boca.
Casi se me para el corazón en ese momento. No sabía ni donde estaba.
Abrí de nuevo los ojos y vi a Sophie por primera vez en mi vida...La veía como no la había visto nunca antes.
En mis labios, aún tenía el sabor de los suyos, suaves, frescos y un poco dulces.
Me dije: El amor es un fruto de todas las estaciones que tiene el perfume de sus viajes.
Acababa de descubrir la nube de mi vida.
Esa que le faltaba al abuelo.

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