Querida mamita, querido papito
Prefiero decirlo francamente: he tenido unas notas horribles en el examen de vocabulario. No lo busquéis: está guardado en lugar seguro. Yo también estoy en
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EnglishTranslated by Alicia Martorell
La batalla ha sido dura, las pérdidas son considerables. Ralph el Valeroso, Robin de los Bosques y yo, Ariane dedos de oro, somos los últimos supervivientes de nuestro clan. Pero no tenemos tiempo de llorar por nuestros amigos perdidos. Debemos volver al camino.
Cruzamos el valle de los cuervos, donde los magos negros nos lanzan encantamientos. Gracias a mis reflejos, se los devuelvo y los extermino.
En el bosque, el peligro son los troles, pero Robin los sabe vencer acribillándolos con flechas envenenadas.
Por fin avistamos el castillo de Wintersfall, morada del despiadado Lord Wladym. Allí está preso nuestro rey. Ralph tumba la puerta con tres golpes de su espada. Avanzamos en grupo, con la espada en la mano, dispuestos a intervenir en caso de ataque. Debemos ser prudentes. El castillo de Wintersfall está lleno de trampas nacidas de la imaginación diabólica de Darius, el arquitecto de Lord Wladym. Un paso en falso y una cuchilla nos cortará la cabeza. A menos que las flechas nos acribillen.
De repente, se oye una voz. Dice mi nombre. Es como si mis compañeros no la escucharan. ¿Qué sortilegio es este? ¿Qué extrañas criaturas intentan desviarme de mi camino? ¿Las Erinias? A no ser que sea un truco de los diabólicos gobelinos...
«¡Ariane!»
La voz es cada vez más fuerte. Casi hemos llegado. Nuestro rey está al otro lado de la puerta. Tras haber evitado tantos peligros, nuestro viaje llega a su fin. De repente, todo se vuelve negro. La oscuridad total. ¿Qué ocurre? ¿Acaso me han lanzado un sortilegio que me ha dejado ciega? Mis compañeros han desaparecido. Ya no estoy en el castillo de Wintersfall. Y ya sé quién ha sido... Peor que las brujas de las marismas, que las sirenas de los Mares del Sur, que los gnomos y los gobelinos reunidos. Este monstruo se llama:
—¡Mamá!
Y mamá aparece en el umbral de mi habitación.
—¡Mamá, no habrás hecho lo que creo que has hecho!
—Sí —me responde— he desenchufado.
—¡Pero estaba a punto de salvar al rey del horrendo Lord Wladym!
—Y yo acabo de salvar la cena, que se estaba carbonizando. ¡Hace diez minutos que te llamo para que bajes a cenar! Y si dentro de tres minutos no estás sentada a la mesa comiendo el delicioso pastel de carne que te he preparado, vas a lavar los platos durante todo el mes. ¿Está claro, Ariane dedos de oro?