El encuentro

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Translated by Berta Arquer Vera

Volvía del instituto pasando por el parque, como todos los días, y de repente, estaba ahí, delante de mí.
Era la primera vez que lo veía. ¡Era tan lindo que me detuve a unos pocos metros, con la boca abierta...Mi corazón latía a cien por hora!

Sentado tranquilamente en un banco, miraba a los transeúntes con aire indiferente. Hubiera querido ir a hablarle, pero antes de poder acercarme, se levantó y se fue. No me atreví a seguirle...
Entonces volví a mi casa.

Toda la noche, su imagen me seguía...Sus hermosos ojos verdes, su aura inmutable. No conseguía concentrarme en otra cosa y me faltó tiempo para terminar mis deberes...

¡Al día siguiente, esperaba con tantas ganas volverlo a ver que tenía como un nudo en el estómago! Caminé lentamente, muy lentamente por el parque hasta el banco donde lo había visto el día anterior. ¡Ahí estaba!
¡Mi corazón hizo un salto en mi pecho cuando lo vi! ¡Me pareció aún más lindo que ayer!
Estirado, con los ojos cerrados, parecía estar durmiendo.
Me acerqué a él sin hacer ruido y me paré delante del banco.
Lentamente, adelanté mi mano, queriendo tocarlo, despertarlo, hablarle...
¡Pero de repente, abrió los ojos y me miró fijamente, como si hubiera adivinado mi presencia! Me sobresalté y me eché para atrás, avergonzada de haber sido sorprendida. Se levantó, me lanzó una última mirada y entonces, se alejó.

Durante tres días, hice como si nada pasando delante de él en el parque. Estaba tan avergonzada que me apresuraba a volver a casa, sin pararme a mirarlo. Cada vez, tenía la impresión que me observaba, pero no me atrevía a girarme para comprobarlo...

Durante el fin de semana, solo pensé en él....
Era tan hermoso, que tenía muchas ganas de acercarme, pero, ¿cómo debía hacerlo?
Entonces, tuve una idea.
El lunes, volviendo del instituto, me armé de valor y me senté en su banco, a su lado.

Tenía mi merienda conmigo y empecé a comer, como si nada.

Vi que me miraba fijamente y con las manos un poco temblorosas, partí en dos mi merienda y le ofrecí la mitad...Se levantó y se fue sin ni siquiera tocarla.

¡No iba a desanimarme por eso! ¿Quizás no le gustaba lo que había preparado? Al día siguiente, me senté en el banco y le tendí de nuevo la mitad de mi merienda, un trozo de pastel de yogurt casero...
En esta ocasión, se lanzó encima, ¡cómo si no hubiera comido en días! ¡Estaba tan contenta! Entonces, sin decir ni una palabra, me levanté y me fui, antes de que terminara de comer. No quería asustarlo.
Los días siguientes, seguimos con el mismo juego. Me sentaba en el banco, sacaba mi merienda y le daba la mitad. Mientras él comía, yo me iba. Tenía la impresión, que ahora me esperaba...

Al cabo de una semana de este jueguecito, me dije que había que pasar a la siguiente etapa. Volviendo del instituto, me acerqué al banco, decidida a hablarle... ¡No estaba!
Investigué los alrededores, diciéndome que quizás estaría en otro banco, pero nada.
No estaba ahí.

Estaba decepcionada. ¡Yo, que había tomado todo mi valor para dirigirme a él, ahora me daba plantón!
Bueno, tampoco era como si tuviéramos una cita de verdad, pero era la primera vez en días que no venía...

¿Y si le había pasado algo grave? ¿Y si mi compañía no le gustaba? ¿Y si ya no volvía nunca más?

Me senté en el banco, triste por no verlo y cerré los ojos para no llorar.

De repente, sentí una presencia a mi lado...

¡Era él, estaba ahí! ¡Estaba tan feliz!

Saqué mi merienda y se la di.
En vez de lanzarse encima de ella como de costumbre, me miró largo y tendido, se subió a mis rodillas y se frotó contra mi... ¡Que sorpresa! ¡Tan salvaje que me parecía!
Lo acaricié, lo abracé y volvimos juntos a casa....
Para mi mayor alegría, mis padres aceptaron que se quedara con nosotros.
Era la primera vez que adoptaba un gato.

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